Foto | Nora Zubia @slowandchic
Ayer ya lo hablábamos, las semanas a veces son largas e intensas, y reconocemos que esta primera semana post vacacional nos está costando más de lo normal. Y, sin embargo, pese al sueño y al cansancio acumulado de toda la semana, la inspiración sigue aquí. Nos repetimos una vez más: puede que las ganas de ayudar y la ilusión de que esta aventura triunfe tengan mucho que ver… 🙂
El caso es que pensando en cómo enfocar la información relativa al ajo he viajado hasta mis antepasados. Inevitablemente se me ha venido a la mente la imagen de una de mis bisabuelas engullendo dientes de ajo a diestro y siniestro. ¡Jajaja! Es más, su cocina siempre tenía ese inconfundible aroma a ajo… Y, os puedo asegurar que mis recuerdos me dicen que no era del todo desagradable. Aunque claro, en casos así, ya sabemos que el afecto y el cariño pueden con todo, ¡incluso con el olor a ajo! Pero bueno, lo importante: siempre gozó de una salud de hierro. Puede que ese fervor por consumir ajo crudo -alguien le había dicho en alguna ocasión que este consumo era vital para conservar una buena salud- pusiera su granito de arena en esa buena salud hasta el final de sus días…
Las leyendas en torno a esta planta se remontan al antiguo Egipto. Ya en aquella época se consumía con fines medicinales y ya era conocido como “el curalotodo”.
El ajo es una planta liliácea que pertenece a la misma familia que la cebolla, la cebolleta o el puerro. Contiene gran cantidad de quercetina, pero también de aliina: una sustancia con propiedades antitumorales cuyo aceite esencial es el responsable de ese olor tan característico. La aliina sufre un proceso de transformación por el que se acaba convirtiendo en alicina por una reacción enzimática que tiene lugar cada vez que aplastamos o machacamos una cabeza de ajo. Y en realidad es la alicina la que contiene gran parte de ese poder anticancerígeno. De hecho, podemos afirmar que en el ajo se encuentran más de veinte sustancias con propiedades anticáncer. Tampoco son nada desdeñables sus propiedades antibacterianas, antioxidantes, antibióticas, antifúngicas, anticoagulantes y antivíricas. A todo esto hay que sumarle su gran contenido en hierro, calcio, selenio, azufre, zinc y magnesio.
Hay estudios que asocian el consumo frecuente de ajo -unos 10 gramos al día, lo que equivaldría a unos dos dientes de ajo aproximadamente- con una reducción del riesgo a padecer cáncer de: colon, páncreas, esófago, estómago, mama, pulmón y piel. Esta reducción revela que se acentúa (probabilidades de hasta un 50% menos de sufrir la enfermedad) en las mujeres en cuya dieta hay consumo habitual de esta liliácea. Así bien, es evidente que el consumo de ajo en personas con cáncer es fundamental.
Trucos para su consumo:
- Aplastar siempre los dientes de ajo con la parte plana del cuchillo y dejarlos reposar unos diez minutos antes de cocinarlos. De esta manera estaremos aprovechando al máximo todos sus poderes mágicos. Lo sabemos: esto puede ser un poco rollo. Pero os aseguramos que es cuestión de organización y paciencia. Y nunca olvidéis que el esfuerzo y el empeño traen casi siempre recompensa ;).
- Disimular su olor mezclándolo con apio y perejil. Además, es una buena manera de intentar consumirlo crudo.
- Añadirlo a todos vuestros platos. Nuestras cremas de verduras siempre llevan dos buenos dientes de ajo. Cocinado es más digestivo y tolerable. Si le quitáis el germen evitaréis que se os repita.
Tranquilas chicas… ya se ha terminado la semana… Os estará costando mas de lo normal…pero el blog sigue: informativo, ameno, generoso, esperanzador, alegre y muchas más cosas.
Buen finde!!!
Os envio energía positiva, deseo que os llegue.
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Gracias, gracias y más gracias. Energía positiva recibida 🙂 Eres increíble!
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gracias por la informacion.
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Gracias a ti Sandry, por pasarte por aquí! Un abrazo.
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