Foto | Nora Zubia @slowandchic
Muchas veces lo pensamos.
Sobre todo en esas ocasiones en las que el oncólogo, ante una petición de cambio de hora para poder acompañar a tu madre a su próxima consulta -cambio que solicitas por problemas de ajustes de horarios con el trabajo, no por algo injustificado, todo sea dicho- te espeta como si nada “señora, esto no es una peluquería, no está usted sacando una cita para irse a cortar el pelo”. Y se queda tan ancho. O ancha. Y mientras a una le dan unas ganas locas de darle un bofetón. Sí, sí, ¡tal cual! Porque, además, no es que el oncólogo en cuestión hoy tenga un mal día… es que esta es su línea de atención en las cientos de consultas que ya llevas con él. O ella. Y no hay día que no te suelte una bordería parecida. Y lo peor es que también sufres, porque ves de reojo la cara de congoja de tu madre, a la que la quimio últimamente le está haciendo estragos, y se te cae el alma a los pies…
¿Y qué era lo que pensábamos? … Sigue leyendo