Foto | Nora Zubia @slowandchic

Hace algunos meses me escapé un fin de semana con mi grupo de amigas de tooooda la vida. La gran mayoría ya somos madres, de ahí que las cuestiones alrededor de la crianza de nuestros pequeños estén a la orden del día cuando estamos juntas. Todas somos muy diferentes y todas criamos a nuestros hijos desde puntos de vista distintos, apostando lógicamente por lo que creemos es lo mejor para nuestros pequeños. La más rubia del grupo nos comentó que estaba intentando ofrecerle a su pequeño que empezaba ya a comer de todo -en aquel momento tenía año y medio- cosas en una línea muy natural. De hecho, nos puso el ejemplo de que hacía poco le había ofrecido un trocito de brócoli en plan snack… La reacción general de la mayoría -en un grupo en el que somos 7 madres- fue de “¿qué me estás contando?”, “¿brócoli?, ¿qué cosa tan poco apetecible y atractiva, ¿no?”. Como os imaginaréis, en ese momento, yo apoyé a esa rubia, argumentando que lo veía bien, pero tampoco profundicé demasiado en el tema. El detalle se quedó en mi memoria. Hasta hoy. Ahora, que los meses han pasado, y que veo aquello en perspectiva y con calma, creo que este detalle surgió en uno de mis grupos de amigas como podría haber surgido en cualquier otro grupo…

Algo sucede en nuestra sociedad y creemos que es algo que debería cambiar YA.

Abramos mente. Y vayamos más allá de lo que la industria alimentaria decidió un buen día que “era lo mejor para nuestra salud”. Dejemos de ceñirnos al bombardeo publicitario sobre nuestra buena salud -o mala salud, más bien- y no tengamos prejuicios de este tipo.

A ver. Un trozo de brócoli. ¿Por qué es tan feo? ¿Por qué es tan poco atractivo? ¿Por qué no es rico o apetecible? ¿Acaso por qué las últimas generaciones no hemos crecido con brócoli en nuestras casas muy a menudo? O, ¿acaso por qué la industria y la publicidad se han encargado de que ipso facto relacionemos brócoli = algo no rico? Y a ver. Un palito de pan o una galletita. ¿Por qué es una opción tan bonita y atractiva? ¿Acaso por qué hemos convivido con esos elementos desde que tenemos uso de razón? O, ¿acaso por qué la industria y la publicidad se las han pintado solos -y siguen haciéndolo- para que caigamos en la continua compra de este tipo de productos, relacionando ipso facto esto: palito de pan / galletita = algo rico? Caminantes, objetivamente, ¿no es acaso más bonito un ramillete de brócoli qué un palito paliducho o una galletita envuelta en plástico? Sin pensar en lo que son, sin pensar en cómo saben… ¿Por qué no puede ser atractivo o apetecible para un niño de año y medio que apenas empieza a descubrir mundo un ramillete de brócoli?

Cuando cambiemos este pensamiento, irán de la mano otros cambios. Y serán cambios con los que ganaremos en salud, nosotros y, lo más importante, las próximas generaciones. El futuro. Nuestros hijos.

En Jaque ya sabéis que apostamos por un estilo de vida saludable. Es una elección que hicimos hace algunos años. ¡No tantos! Pero si una elección de la que no éramos conscientes cuando nuestros hijos nacieron. Por suerte, aún los cogimos en edades relativamente tempranas que nos han permitido irlos moldeando y que se fueran adaptando a otro estilo de alimentación. Si volviéramos a ser madres, nuestro planteamiento de crianza sería bien diferente. Sin dudarlo. Haríamos lo mismo que mi amiga rubia y más… Pero no estamos aquí para decir lo que haríamos o no haríamos nosotras. Estamos hoy aquí, escribiendo este post, para intentar que se reflexione sobre esta cuestión, una reflexión que a su vez – ¡quizás!, ¡ojalá! -, nos encaminará hacia un cambio generalizado en la sociedad en la que vivimos. Si conseguimos que tan solo una de las personas que leen este post se replantee las cosas, ¡ya habremos ganado mucho! 🙂

¡Gracias por acompañarnos!