Foto | Nora Zubia @slowandchic
Son muchos los efectos secundarios que los tratamientos contra el cáncer pueden acarrear. Ya os hemos hablado en alguna ocasión de alguno, como aquí.
Hoy nos toca hablar de otro, bastante recurrente en determinados tratamientos de quimioterapia. Se le conoce como el síndrome de pies y manos o el síndrome mano-pie. Quienes lo hayáis padecido sabréis perfectamente de lo que estamos hablando. Quienes lo estéis padeciendo en este momento, ojalá y os ayudemos un poquito, y quienes vais a empezar un tratamiento de quimio quizás os venga bien esta información…
Este síndrome es el causante de un enrojecimiento acusado en la piel de manos y pies. En ocasiones, dicho enrojecimiento puede ir acompañado de hinchazón, ardor, cosquilleo, tirantez o dolor en palmas de las manos y en pies -o inclusive en rodillas y codos, aunque en estas zonas es poco frecuente-. Dependiendo de la intensidad de estos síntomas, a veces pueden incluso aparecer ampollas o presentar dificultad para caminar o utilizar las manos. Suele aparecer a los dos o tres meses de haber iniciado el tratamiento de quimioterapia (oral casi siempre).
Es importante que en cuanto aparezcan los primeros síntomas -o éstos empeoren- avisemos a nuestro médico. Dependiendo del grado en que se nos presente el síndrome, el médico valorará la necesidad o no de modificar el tratamiento.
Consejos y pautas que nos harán llevar este síndrome mejor:
- Durante las primeras semanas de tratamiento, evitaremos las actividades que impliquen fricción o fuerza en manos y pies. Ejemplos: deportes de raqueta, uso de determinadas herramientas como los destornilladores…
- Limitaremos el uso de agua muy caliente tanto en manos como en pies. Atención al ducharnos o al fregar los platos (si utilizamos guantes de goma o vinilo para este tipo de menesteres, nos pondremos guantes de algodón por debajo).
- Refrescaremos manos y pies siempre con agua fresca a lo largo del día.
- Nos secaremos las zonas afectadas de manera suave. Nunca frotaremos.
- Aunque nos piquen mucho, sobre todo al principio, intentaremos no rascarnos en la mayor medida posible.
- Utilizaremos cremas de calidad para el cuidado de nuestra piel. Sin fricciones al aplicar.
- Evitaremos caminar descalzos.
- Utilizaremos calzado de calidad, cómodo, holgado y bien ventilado.
- Iremos a nuestro podólogo de confianza. O sino tenemos buscaremos un buen profesional en el campo. Puede llegar a ser nuestro mejor aliado en estos casos (nosotras damos fe de ello). Lo ideal sería acudir a él antes de que comencemos el tratamiento para que nos haga una “limpieza” profunda – nos quitará durezas que luego con el tratamiento pueden llegar a convertirse auténticos “clavos” y darnos más de un quebradero de cabeza-. Además, le informaremos sobre el tratamiento que comenzaremos o, en su defecto, que ya hemos comenzado. Durante el tratamiento no podemos hacer limpiezas demasiado profundas, de ahí que sea conveniente que lo tengamos que visitar con mayor frecuencia.
- Evitaremos fuentes de calor: saunas, baños de sol, etc.
- Evitaremos el contacto directo con sustancias abrasivas tan presentes en determinados jabones de la ropa o productos de limpieza (ejemplo: suavizantes, quitamanchas, limpia grasas…)
*** Si el dolor o las molestias fueran intensas, siempre podremos recurrir a analgésicos tópicos de lidocaína. Se aplican como crema o como parches en las zonas afectadas. Pero esto siempre bajo prescripción médica. El podólogo nos puede informar al respecto.
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