
Foto | Nora Zubia @noriisima
Hay aceites y aceites. Pero no todos son válidos. El que más y el que menos sabe que el de girasol, el de palma, el de colza, el de soja… son malos. Sin embargo, no todo en torno al aceite está bien claro. Y, de hecho, existe la falsa creencia popular que apunta a que el aceite de oliva, así, a secas, es bueno por narices. Incorrecto amigos. Nada más lejos de la realidad. (Muchos tendréis la boca abierta, así se me quedó a mí cuando supe lo que a continuación os vamos a contar).
El aceite de oliva es un aceite vegetal que se extrae del fruto del olivo, es decir, de la aceituna u oliva. El proceso de obtención de aceite es el siguiente: se rompen y se muelen las olivas, de ahí se extrae una pasta y de esa pasta nace el aceite. Lo ideal para nuestra salud es que esa extracción siempre sea por prensión, y si es en frío, ¡tanto mejor! Pero, en la actualidad existen cuatro tipos de aceite de oliva:
- Aceite de oliva virgen extra (AOVE).
- Aceite de oliva virgen.
- Aceite de lampate. Es del que obtenemos el famosísimo aceite de oliva, a secas, que en realidad ¡¡es refinado!!
- Aceite de orujo: es un subproducto de los anteriores y del que obtenemos el aceite de orujo de oliva.
Adivina, adivinanza… ¿Cuáles son realmente aptos para el consumo de las personas? ¡Sólo los dos primeros! Sigue leyendo →