Foto | Nora Zubia @slowandchic
Una servidora tiene en casa a un fan absoluto de aderezos y potingues de lo más variopintos. Y es que a mi media naranja no le gustan los sabores simples, ni en las ensaladas. Esto tiene su lado bueno -ha aceptado de muy buena gana que las especias tengan ahora un lugar importantísimo en nuestra cocina- pero también su lado menos bueno. En este afán de búsqueda de aderezos imposibles hubo una época en casa en que en nuestras ensaladas reinaban un sinfín de vinagres balsámicos y demás monerías. Bendita inocencia -o ¿maldita ignorancia? -… yo encantada con aquello. Incluso el gazpacho, que ya entonces era un plato estrella en casa, lo atiborraba de aquellos vinagres, y, por tanto, de azúcar. Sí, caminantes, los vinagres balsámicos suelen venir atiborrados de azúcares, entre otras muchas cosas. Así que, convertía un plato de diez, como es el gazpacho, en un plato de menos de diez. Sigue leyendo