ALIMENTOS REFINADOS VERSUS INTEGRALES

Pasta

Foto | Darren Wood

Que levanten la mano los que ahora mismo, a bote pronto, sabrían explicarnos las principales diferencias existentes entre un alimento refinado –o blanco- y un alimento integral –o moreno-. Apostamos a que no muchos levantarían esa mano. En nuestra cabeza siempre resuena la idea de que lo integral es mejor. Pero normalmente la única causa que nos lleva a realizar tal afirmación es que lo integral engorda menos que lo blanco. ¿A qué sí? ¿A qué muchos estabais pensando en esta respuesta? Pues bien, ya van siendo horas de que aclaremos bien esta cuestión. Es elemental para todo aquel que padezca cáncer. Y, como siempre, para todo aquel que pretenda cuidarse un poco más.

Alimentos refinados.

 En el proceso de refinado se eliminan casi la totalidad de los nutrientes útiles de los alimentos, convirtiendo además sus calorías en calorías vacías y sin ningún tipo de valor añadido. De este modo, si nos limitamos al consumo de alimentos refinados, probablemente estemos privando a nuestro cuerpo de un montón de nutrientes necesarios para su correcto funcionamiento. Y no sólo esto, nos llenaremos de calorías obsoletas que no harán otra cosa que ayudarnos a engordar. Pero esto no es todo, los alimentos refinados son además más inflamatorios que los integrales, contienen aditivos y colorantes –como la pasta de colores- y presentan cargas e índices glucémicos mayores, elevando los niveles de azúcar en sangre. Tal y como explicamos en este post, esto afecta de manera negativa a nuestra salud. Los alimentos refinados más consumidos son: azúcar, pan, arroz y pasta blancos.

Alimentos integrales.

Desde los años 70, los casos de cáncer en España han crecido como la espuma. No dejamos de escuchar que fulanito tiene cáncer y menganito también. Esto no es mera casualidad. Tampoco es debido a que un dios divino nos quiere castigar -¡menos mal!, de ser así, no podríamos atajar el problema-. En realidad este incremento de la enfermedad coincide con un cambio generalizado y progresivo en nuestra alimentación diaria. La llegada de los alimentos refinados, preparados, industriales y azucarados destronó el reinado del producto fresco y tradicional. Y esto ya ha empezado a pasar factura.

Vamos más allá, las personas que consumen de manera habitual alimentos integrales tienden a sufrir menos enfermedades cardiovasculares, menos diabetes y menos cánceres. Y es que, como decíamos más arriba, los productos integrales contienen la cantidad de nutrientes que nuestro organismo necesita para funcionar al cien por cien: más fibra, más vitaminas, más minerales y más fitoquímicos.

Si apostamos por cambiar de nuestra dieta lo refinado por lo integral, debemos tener en cuenta lo siguiente:

Cereales integrales.

  • La cáscara de los cereales acumula muchos de los pesticidas con los que hoy en día las industrias trabajan. Por ello, sería ideal consumir cereales integrales libres de pesticidas: cereales ecológicos. Sin embargo, no nos agobiemos, ni queramos empezar la casa por el tejado. Podemos comenzar el cambio a integrales sin necesidad de que sean ecológicos. Paso a paso.
  • Los cereales son ligeramente inflamatorios. Así que intentaremos acompañarlos siempre que podamos de alimentos antinflamatorios, como las legumbres, los frutos secos o las semillas (lino, sésamo, chía, amapola…).
  • ¿Y cómo deberíamos cocinarlos? Siguiendo los siguientes pasos:
  1. Lavarlos bien bajo un chorro de agua fría.
  2. Dejarlos en remojo unas cuantas horas.
  3. Desechar el agua del remojo.
  4. (Germinarlos. Así son más digestivos y nutritivos. Ponemos este paso entre paréntesis porque no es fácil poner esto en práctica y de momento podríamos prescindir de ello).
  5. Echarlos en agua hirviendo y enseguida bajar el calor, pues debemos cocinarlos a fuego lento, hasta que el agua se consuma.
  6. Una vez cocinados, podemos guardarlos en la nevera hasta tres días. Siempre en recipientes de vidrio y nunca junto a las verduras. Éstas deben prepararse al momento de consumirse, de lo contrario pueden estropearse y perder nutrientes.

Aquí tenéis una lista de cereales con algunos de sus pros y sus contras:

  • Trigo. Es el que más se consume por norma general. Sin embargo es el menos aconsejable debido a la gran cantidad de manipulaciones que ha sufrido.
  • Maíz. No es aconsejable debido a su alto índice glucémico.
  • Centeno. Su consumo en personas que padecen cáncer de colon es muy aconsejable puesto que su alto consumo se ha relacionado con una menor incidencia de este tipo de cáncer. Además es rico en fibra y bajo en gluten.
  • Espelta. Podría ser una buena opción. De digestión fácil, contiene menos cantidad de gluten y muchas más proteínas.
  • Avena. Excelente opción. Este cereal está lleno de cosas buenas: grasas saludables, minerales, proteínas y lignanos (los causantes de que la avena nos proteja incluso frente al cáncer). Por si esto fuera poco, este mágico cereal regula la glucemia, la presión arterial y el colesterol. Y, la guinda del pastel, es que estimula nuestro sistema inmune.
  • Kamut. Otra buena opción. Aporta muchas más proteínas y vitaminas que el trigo.
  • Quinoa. Opción también recomendable. Cereal rico en minerales, como el magnesio y el hierro, y en proteínas.
  • Trigo sarraceno. Este cereal está cargado de antioxidantes y de magnesio. Su harina es perfecta para la elaboración de crepes.

EL TÉ VERDE

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Foto | Frans Schouwenburg

¿Sabíais qué la población asiática tiene un registro de casos de cáncer mucho menor que la población europea? Son muchos los factores que provocan este dato. Probablemente el hecho de que, junto con el agua, el té sea la bebida más consumida en los países asiáticos, tenga mucho que ver: numerosos estudios han asociado el consumo regular de té verde con una mayor longevidad y con unas tasas de cáncer mucho menores.

Existen muchos tipos de tés, pero nosotras nos vamos a centrar en el té verde. Sus excelentes propiedades medicinales lo convierten en un tesoro para nuestra salud. Además de ser rico en antioxidantes, es una excelente fuente de catequinas y de moléculas anticáncer que lo tornan prácticamente imprescindible a la hora de prevenir el cáncer.

Hay infinitas variedades de té verde. El Sencha japonés es el que contiene un mayor número de catequinas, capaces de proteger frente a la leucemia y frente al cáncer de mama, próstata, estómago, riñón y vejiga fundamentalmente.

A continuación os enumeramos todas las propiedades que el té verde esconde:

  • Actividad antiangiogénica. Nos previene del desarrollo de nuevos vasos y con ello la progresión de los tumores y la aparición de metástasis.
  • Capacidad antioxidante que nos protege del daño causado por lo radicales libres que pueden dar lugar a mutaciones celulares y a cáncer.
  • Capacidad antinflamatoria (recordemos que es muy importante no tener ninguna inflamación interna en nuestro cuerpo. El cáncer tiende a desarrollarse donde existe o ha existido una inflamación previa).
  • Diurético. Ayuda al riñón a eliminar restos tóxicos de la quimioterapia.
  • Estimula el sistema inmune.
  • Induce el suicidio de células tumorales.
  • Potencia el efecto de la quimioterapia y la radioterapia.

Consejos para preparar y consumir infusiones de té:

  •  El agua de la infusión nunca debe hervir. No debe alcanzar los 90º.
  • Para que el té libere el máximo de catequinas, debe dejarse infusionar entre 8 y 10 minutos.
  • Es mejor utilizar el té en hojas (a granel), en lugar de usar las típicas bolsitas comerciales. ¿Por qué? Pues porque a estas bolsas les suelen echar blanqueantes que podrían ser tóxicos. Además, el sabor que da la hierba a granel no es comparable con el sabor que se desprende de las bolsitas.
  • No debemos endulzarlo con azúcar, obviamente. Si lo queremos más dulce, utilizaremos algún endulzante natural. Tampoco debemos añadirle leche, ya que disminuye su capacidad antioxidante.
  • Es aconsejable tomarlo caliente y después de las comidas, ya que de otro modo, podría interferir en la absorción del hierro de los alimentos.
  • Es muy recomendable añadir en la taza o tetera un trocito de piel de limón o mandarina de producción ecológica y un palito de canela. Le aportan un sabor mucho más agradable además de desprender sustancias anticancerígenas añadidas.
  • Si tenemos cáncer, lo ideal es consumir entre 3 y 5 tazas al día.
  • Si queremos prevenir la enfermedad, podemos disminuir esta dosis. Lo ideal sería acostumbrarnos a su sabor, hasta tal punto que sustituyamos uno de nuestros cafés del día por una taza de té verde.

Qué, ¿te hemos convencido? ¿Va a ser a partir de ya el té verde una de tus bebidas de cabecera? 🙂

FRUTA Y VERDURA

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Foto | Adam Tinworth

Ya estábamos tardando en hablaros de estas maravillas que la naturaleza nos brinda. La fruta y la verdura son un verdadero regalo para nuestra salud. Siempre. Estemos sanos, estemos enfermos, estemos en la fase de cáncer que estemos, nunca debemos olvidarnos de consumir fruta y verdura a diario. Y si es fresca y cruda mejor que mejor. Y si nuestro consumo es muy variado, pues ya sería «la pera limonera» 🙂 ¡Nunca mejor dicho!

Recordemos además que nuestra dieta es uno de los factores que ayudan a generar en nuestro organismo un entorno anticáncer. Esto, ya lo sabemos, es fundamental para prevenir el cáncer (y, en caso de que ya lo suframos, es fundamental para enfrentarnos a él y para llevar mejor tanto la enfermedad como sus efectos secundarios).

Seguro que la mayoría de nosotros hemos oído en alguna ocasión alguna de esas míticas afirmaciones que pululan por ahí como la de que hay que consumir al menos 5 piezas de fruta y/o verdura al día. Esta afirmación en cierto modo es verdadera. Sin embargo, nosotras no vamos a daros cifras sobre la cantidad de fruta y/o verdura que debéis consumir cada día. Lo dejamos a vuestra elección. Simplemente puntualizamos que buena parte de vuestra dieta diaria debería estar basada en el consumo de fruta y verdura. En base a esto, que cada quien elija su modus operandi.

A continuación os enumeramos algunas de las frutas y verduras con más propiedades beneficiosas para nuestra salud. Por descontado beneficiosas para darle jaque al cáncer. Pero también beneficiosas para otras muchas cosas (y es que al final, lo que es sano, suele ser sano para casi todo).

  • Brócoli, coliflor, romanesco. Crucíferas cargadas de glucosinolatos, sustancias caracterizadas por sus enormes propiedades anticáncer. Son un aliado perfecto en la prevención del cáncer, pero también como escudo para evitar la recidiva. Además son unos desintoxicantes naturales perfectos para nuestro organismo.
  • Tomate. Solanácea rica en vitamina C, vitamina E, ácido fólico, flavonoides, minerales y carotenos. De entre los carotenos destacamos el licopeno: pigmento vegetal con propiedades antioxidantes y anticancerígenas. Puntualizar dos cosas. Primera, el tomate debe procurar consumirse siempre con un poco de aceite de oliva virgen extra. Segunda, nunca consumamos tomates que aún no estén bien rojos y maduros. El tomate verde puede llegar a tener alguna contraindicación para nuestra salud.
  • Granada. Vale su peso en oro. Esta fruta tiene tantas propiedades como granos: activa nuestro sistema inmune, es antioxidante, antinflamatoria y por si esto fuera poco, es capaz de controlar la proliferación de las células cancerígenas. Esto último es gracias a las catequinas -similares a las del té verde-.
  • Calabaza. De la familia de las cucurbitáceas, antioxidantes en potencia ricos en betacarotenos, cumarinas y vitamina C. La calabaza cuenta además con propiedades idóneas para perjudicar al cáncer ya que ayuda a acabar con los radicales libres y a animar al sistema inmune. A mayores, potencia la acción de la quimioterapia.
  • Manzana. Gracias a sus propiedades antinflamatorias y antioxidantes son ideales en estos menesteres. Además tienen mucha fibra y son unas estupendas reguladoras de los niveles de hormonas, de ahí, que sean especialmente interesantes para quienes padecen cáncer de mama. Las mejores en este caso, las rojas, sin duda alguna.
  • Remolacha. Otro alimento estrella. Tiene tantas cosas buenas que uno no sabe ni por donde empezar: muy rica en hierro y en magnesio -por lo que es idónea para combatir anemias y leucemias- y en flavonoides, destacando principalmente la betanina que contiene propiedades antixodiantes. Además refuerza nuestro sistema inmune, y por tanto, nuestras defensas, de una manera pasmosa.
  • Frutos rojos. Arándanos, fresas, frambuesas, cerezas, grosellas… Cualquier modalidad es buena y recomendable. Estas frutas, pequeñas pero matonas, :), están llenas de polifenoles, gracias a los cuales frenamos la expansión de las células cancerígenas. Además, también son antiinflmatorias y antixodantes.
  • Cítricos. Naranjas, pomelos, mandarinas, limas, limones… Sí, sabemos que contienen mucha vitamina C. Pero no sólo eso. Su capacidad antioxidante y antinflamatoria es muy potente, hasta tal punto que puede llegar a proteger a nuestro ADN del ataque de sustancias tóxicas cancerígenas. A mayores, «nos protege» de la quimioterapia: la quimio acaba con todo, tanto las células buenas como las malas. Pues bien, los cítricos ayudan a que los efectos de la quimio sobre nuestro ADN sean menos contundentes.
  • Chirimoya. Poco conocida aún en España, esta joya procedente de América puede ser clave en nuestra alimentación. Está cargada, entre otras cosas, de calcio, magnesio, potasio, hierro, fósforo, ácido fólico, vitamina C y fibra. Es tremendamente digestiva y sus propiedades antitumorales se las debemos a su capacidad citotóxica.
  • Ciruela. Cualquiera es buena, pero si es la negra, ¡tanto mejor! Esta delicia de fruta de verano pone a punto al sistema inmune además de provocar la eliminación de toxinas y células cancerígenas y de frenar el crecimiento de los tumores.
  • Aguacate. Esta delicia de fruto es toda una bomba nutritiva. Rico en potasio, magnesio, ácido fólico y vitaminas A, C, D, E y K, está además cargadito de grasas saludables como el ácido oleico. Contiene también betacarotenos y luteína, antioxidantes perfectos para luchar contra el cáncer.