YOGA

DEF YOGA

Comencemos por el principio. ¿Qué es el yoga?

El yoga es una disciplina de más de 5000 años de antigüedad. Nació en la India con el objetivo de trabajar y desarrollar tanto la parte física como la parte mental de las personas para así conseguir un equilibrio pleno en las personas. Las habilidades fundamentales que se trabajan en la práctica del yoga son:

  • Tonicidad.
  • Flexibilidad.
  • Estiramiento.
  • Fuerza.
  • Relajación.
  • Control de la respiración.
  • Enfoque.
  • Concentración.
  • Autocontrol.
  • Meditación.

El trabajo en una clase de yoga ha de ser suave y sin presiones ni exigencias de ningún tipo. Cada quien marca su ritmo de trabajo. Por eso, aunque estemos cansados o no estemos en nuestro mejor momento personal –tanto físico como anímico- es una práctica física muy recomendable.

Los beneficios que esta práctica conlleva son verdaderamente amplios. En el siguiente link podéis ver al detalle todos y cada uno de sus beneficios. Tanto para una persona sana como para una persona enferma de cáncer.

Veamos. ¿Recordáis qué uno de nuestros primeros posts se lo dedicamos a la tranquilidad? Verdad qué os contamos qué era una pieza fundamental en el entramado para darle jaque al cáncer?  Pues bien, a veces no podemos alcanzar esa idílica tranquilidad sin una ayuda externa. El yoga puede llegar a ser esa ayuda externa. Puesto que, como acabamos de ver, aprenderemos a controlarnos a nosotros mismos, aprenderemos a respirar mejor y a controlar nuestra respiración. Esta práctica nos dará una mayor capacidad de enfoque y concentración y con ello mayor capacidad para todo. Desde trabajar mejor hasta dormir mejor. Y, con el tiempo, llegaremos a meditar: algo básico y fundamental para el dominio absoluto de nuestra mente (ya hablaremos largo y tendido sobre la meditación en un futuro post).

Por si esto no os convence, os contamos además que la buena alianza yoga-cáncer está demostrada. Hace algunos años se llevó a cabo un estudio en Estados Unidos que plasmó cómo la práctica de yoga entre pacientes oncológicos había mejorado su calidad de vida: vencieron ese insomnio que muchas veces el cáncer ocasiona y percibieron un cansancio generalizado mucho menor. El resultado fue tan bueno que incluso se llegó a afirmar que cualquier enfermo de cáncer debía recibir, además de sus sesiones de quimio o de radio, sus sesiones de yoga J

Y como encima parece que últimamente el yoga está más de moda que nunca, tenemos la excusa perfecta para empezar a practicarlo. Eso sí, cuidado con esto. Las modas propician el boom de las cosas y con ello la falta de verdaderos profesionales en el campo. Busquemos siempre un buen profesional o centro que nos guíe en el asunto.

CARGA GLUCÉMICA E ÍNDICE GLUCÉMICO

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Foto | Paul

Uno de nuestros primeros posts se lo dedicamos a uno de esos alimentos prohibidos: el azúcar. En ese post mencionamos al índice glucémico y a la carga glucémica. Hoy toca el turno de aclarar ambos conceptos.

Carga glucémica.

Ya sabemos que las células tumorales necesitan glucosa para sobrevivir. Esa glucosa procede de alimentos que contienen una carga glucémica alta y que aumentan la cantidad de glucosa en sangre. Esa glucosa en sangre es lo que aporta al cáncer la energía que necesita para crecer. Así pues, debemos intentar quitársela para que no pueda evolucionar.

Por tanto, estamos nuevamente ante una herramienta más para poder hacer jaque al cáncer 🙂 : eliminar de nuestra dieta los alimentos con una carga glucémica alta, y sustituirlos por alimentos con una carga glucémica baja. Entre los alimentos con carga glucémica baja están los vegetales, los frutos secos, el pescado, las legumbres y la fruta fresca.

Índice glucémico.

El índice glucémico es el sistema que clasifica los alimentos en una escala de 0 a 100, de acuerdo a su carga glucémica. Esta clasificación se realiza en base a lo elevado que sea el pico de glucosa en sangre que se produce durante las dos horas siguientes a haber consumido un alimento determinado. Aclaramos que estos valores están basados en raciones de 50 gramos de hidratos de carbono, no de gramos totales consumidos. Por ejemplo:

            La sandia aporta 5 gramos de hidratos de carbono por cada 100 gramos consumidos. Si una ración de sandía son 150 gramos –es decir, 7.5 gramos de hidratos de carbono-, para alcanzar los 50 gramos de hidratos de carbono (HC) habría que comer hasta 1 kilo de sandía.

Evidentemente, la carga glucémica (CG) sale del índice glucémico (IG). La fórmula para calcular dicha carga sería la siguiente:

CG= (IG x cantidad de HC) / 100

Resumiendo, en el ejemplo de la sandía, el IG de la sandía es de 75 –esto es considerado elevado-. Sin embargo, su CG es de 5,6 –esto es considerado bajo-, por cada ración de 150 gramos. Y esto es en definitiva lo que nos importa y lo que debemos tener en cuenta, puesto que a menor CG, menor aumento de glucosa en sangre después de comer ese alimento. Recordad además que no siempre coinciden IG y CG.

Lo ideal sería consumir alimentos con bajo IG y baja CG (este sería el caso de los vegetales y de los frutos secos). Sin embargo no podemos limitar nuestra alimentación a eso en exclusiva. Por lo que, debemos intentar combinar el consumo para compensar la situación: iremos mezclando alimentos de elevada CG con alimentos de baja CG.

Para que os orientéis:

  • Carga glucémica alta, si es mayor de 20.
  • Carga glucémica media si oscila entre 11 y 19.
  • Carga glucémica baja, si es menor de 10.

¿Y, cuáles serían los factores y/o alimentos que modifican el IG y la CG?:

  1.  Los alimentos crudos tienen IG y CG bajos. Ejemplo: cocer pasta 5-6 minutos permite un IG más bajo, que si le damos una cocción prolongada de entre 15-20 minutos. A mayor cocción, mayor IG y CG.
  2. Los alimentos de alto contenido en fibra disminuyen la absorción de la glucosa, por tanto, aunque sean alimentos que contengan un IG o CG altas, los niveles de glucosa en sangre después de haberlos consumido no se dispararán.
  3. Las patatas. Mejor las nuevas, tienen un IG mucho más bajo que las que se almacenan durante meses.
  4. La maduración de la fruta. En este aspecto es importante el punto de maduración de la fruta. Por ejemplo, un plátano verde tiene un IG bastante bajo, de 40, pero uno maduro eleva su IG hasta 65. Si tengo cáncer, mejor comerme un plátano verde que uno maduro.
  5. La cocción al vapor es muy recomendable, ya que apenas aumenta el IG.
  6. La trituración del cereal (harina) aumenta el IG del mismo.

Todo esto que os acabamos de contar está comprobado. Se han llevado a cabo distintos estudios que han llegado a demostrar cómo la alimentación basada en alimentos con CG baja ayuda a prevenir el cáncer. Mientras que dietas basadas en alimentos con CG alta contribuyen a la aparición y al desarrollo del cáncer.

¿Habéis tomado buena nota? Pues venga, ¡a seguir juntos este camino!

EL TÉ VERDE

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Foto | Frans Schouwenburg

¿Sabíais qué la población asiática tiene un registro de casos de cáncer mucho menor que la población europea? Son muchos los factores que provocan este dato. Probablemente el hecho de que, junto con el agua, el té sea la bebida más consumida en los países asiáticos, tenga mucho que ver: numerosos estudios han asociado el consumo regular de té verde con una mayor longevidad y con unas tasas de cáncer mucho menores.

Existen muchos tipos de tés, pero nosotras nos vamos a centrar en el té verde. Sus excelentes propiedades medicinales lo convierten en un tesoro para nuestra salud. Además de ser rico en antioxidantes, es una excelente fuente de catequinas y de moléculas anticáncer que lo tornan prácticamente imprescindible a la hora de prevenir el cáncer.

Hay infinitas variedades de té verde. El Sencha japonés es el que contiene un mayor número de catequinas, capaces de proteger frente a la leucemia y frente al cáncer de mama, próstata, estómago, riñón y vejiga fundamentalmente.

A continuación os enumeramos todas las propiedades que el té verde esconde:

  • Actividad antiangiogénica. Nos previene del desarrollo de nuevos vasos y con ello la progresión de los tumores y la aparición de metástasis.
  • Capacidad antioxidante que nos protege del daño causado por lo radicales libres que pueden dar lugar a mutaciones celulares y a cáncer.
  • Capacidad antinflamatoria (recordemos que es muy importante no tener ninguna inflamación interna en nuestro cuerpo. El cáncer tiende a desarrollarse donde existe o ha existido una inflamación previa).
  • Diurético. Ayuda al riñón a eliminar restos tóxicos de la quimioterapia.
  • Estimula el sistema inmune.
  • Induce el suicidio de células tumorales.
  • Potencia el efecto de la quimioterapia y la radioterapia.

Consejos para preparar y consumir infusiones de té:

  •  El agua de la infusión nunca debe hervir. No debe alcanzar los 90º.
  • Para que el té libere el máximo de catequinas, debe dejarse infusionar entre 8 y 10 minutos.
  • Es mejor utilizar el té en hojas (a granel), en lugar de usar las típicas bolsitas comerciales. ¿Por qué? Pues porque a estas bolsas les suelen echar blanqueantes que podrían ser tóxicos. Además, el sabor que da la hierba a granel no es comparable con el sabor que se desprende de las bolsitas.
  • No debemos endulzarlo con azúcar, obviamente. Si lo queremos más dulce, utilizaremos algún endulzante natural. Tampoco debemos añadirle leche, ya que disminuye su capacidad antioxidante.
  • Es aconsejable tomarlo caliente y después de las comidas, ya que de otro modo, podría interferir en la absorción del hierro de los alimentos.
  • Es muy recomendable añadir en la taza o tetera un trocito de piel de limón o mandarina de producción ecológica y un palito de canela. Le aportan un sabor mucho más agradable además de desprender sustancias anticancerígenas añadidas.
  • Si tenemos cáncer, lo ideal es consumir entre 3 y 5 tazas al día.
  • Si queremos prevenir la enfermedad, podemos disminuir esta dosis. Lo ideal sería acostumbrarnos a su sabor, hasta tal punto que sustituyamos uno de nuestros cafés del día por una taza de té verde.

Qué, ¿te hemos convencido? ¿Va a ser a partir de ya el té verde una de tus bebidas de cabecera? 🙂

BAÑOS DE SAL

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Foto | Serena Snowfield

Viernes. Ya huele a fin de semana. Y creemos que puede ser el momento preciso para que alguno ponga en práctica lo que hoy os vamos a contar. Se trata de una propuesta que seguro que a más de uno le encanta. Teniendo en cuenta los ingredientes que lleva dicha propuesta, bañera, agua caliente, relax y dos kilos de sal, la cosa apunta maneras…. aunque…  ¿Sal? ¿He leído bien? ¿Será una errata? ¡No! ¡En absoluto! Has leído bien. Sigue leyendo y verás.

Alberto Martí Bosch es un oncólogo catalán. Apuesta por una una dieta alcalina y por afrontar el cáncer de una manera holística. Y es precisamente Martí Bosch el que recomienda la hidroterapia que no es otra cosa que esto: darnos baños de unos 20-30 minutos una vez a la semana, con agua caliente y sal. El agua tendría que estar lo más caliente posible, y llenaríamos la bañera hasta la mitad. La cantidad de sal que echaríamos sería de unos dos kilos o dos kilos y medio. ¿Qué conseguimos con esto? ¿Cuál es el fin? Pues hacernos una especie de “diálisis cutánea”. Veamos:

Con el agua caliente, nuestros poros se abren. Al abrirse expulsan y reciben. Expulsan todas esas toxinas inservibles acumuladas en nuestro organismo. Y reciben lo positivo de la sal marina -esto ya lo sabíamos, ¡¿cuántas veces hemos oído qué darse baños de mar es sanísimo?!-. Es, dicho de manera más técnica, un proceso de alcalinización rápida. Y esto para personas con cáncer es perfecto. Ayudamos a nuestros riñones, pulmones e hígado a desechar ácido de nuestro cuerpo. Vamos, el nova más. Y de una manera fácil, barata e incluso placentera, ¿verdad?

Os adjuntamos el link que lleva a una de las muchas conferencias que Martí Bosch ha dado. No tiene desperdicio. En el minuto 40 menciona el asunto de los baños de sal.

https://youtu.be/RotVRPfGBz0

Suficiente por hoy. Apuntad en vuestras  listas de placeres para este fin de semana estrenaros con esta excelente propuesta. Nosotras ya nos  lo estamos imaginando: música, velas, relax, tal vez una buena lectura, agua caliente y sal. Será nuestro momento. Que sea también vuestro momento. Sanos o enfermos debemos mimarnos y disfrutar de todo cuanto sucede 🙂 .

¡Buen fin de semana!

FRUTA Y VERDURA

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Foto | Adam Tinworth

Ya estábamos tardando en hablaros de estas maravillas que la naturaleza nos brinda. La fruta y la verdura son un verdadero regalo para nuestra salud. Siempre. Estemos sanos, estemos enfermos, estemos en la fase de cáncer que estemos, nunca debemos olvidarnos de consumir fruta y verdura a diario. Y si es fresca y cruda mejor que mejor. Y si nuestro consumo es muy variado, pues ya sería «la pera limonera» 🙂 ¡Nunca mejor dicho!

Recordemos además que nuestra dieta es uno de los factores que ayudan a generar en nuestro organismo un entorno anticáncer. Esto, ya lo sabemos, es fundamental para prevenir el cáncer (y, en caso de que ya lo suframos, es fundamental para enfrentarnos a él y para llevar mejor tanto la enfermedad como sus efectos secundarios).

Seguro que la mayoría de nosotros hemos oído en alguna ocasión alguna de esas míticas afirmaciones que pululan por ahí como la de que hay que consumir al menos 5 piezas de fruta y/o verdura al día. Esta afirmación en cierto modo es verdadera. Sin embargo, nosotras no vamos a daros cifras sobre la cantidad de fruta y/o verdura que debéis consumir cada día. Lo dejamos a vuestra elección. Simplemente puntualizamos que buena parte de vuestra dieta diaria debería estar basada en el consumo de fruta y verdura. En base a esto, que cada quien elija su modus operandi.

A continuación os enumeramos algunas de las frutas y verduras con más propiedades beneficiosas para nuestra salud. Por descontado beneficiosas para darle jaque al cáncer. Pero también beneficiosas para otras muchas cosas (y es que al final, lo que es sano, suele ser sano para casi todo).

  • Brócoli, coliflor, romanesco. Crucíferas cargadas de glucosinolatos, sustancias caracterizadas por sus enormes propiedades anticáncer. Son un aliado perfecto en la prevención del cáncer, pero también como escudo para evitar la recidiva. Además son unos desintoxicantes naturales perfectos para nuestro organismo.
  • Tomate. Solanácea rica en vitamina C, vitamina E, ácido fólico, flavonoides, minerales y carotenos. De entre los carotenos destacamos el licopeno: pigmento vegetal con propiedades antioxidantes y anticancerígenas. Puntualizar dos cosas. Primera, el tomate debe procurar consumirse siempre con un poco de aceite de oliva virgen extra. Segunda, nunca consumamos tomates que aún no estén bien rojos y maduros. El tomate verde puede llegar a tener alguna contraindicación para nuestra salud.
  • Granada. Vale su peso en oro. Esta fruta tiene tantas propiedades como granos: activa nuestro sistema inmune, es antioxidante, antinflamatoria y por si esto fuera poco, es capaz de controlar la proliferación de las células cancerígenas. Esto último es gracias a las catequinas -similares a las del té verde-.
  • Calabaza. De la familia de las cucurbitáceas, antioxidantes en potencia ricos en betacarotenos, cumarinas y vitamina C. La calabaza cuenta además con propiedades idóneas para perjudicar al cáncer ya que ayuda a acabar con los radicales libres y a animar al sistema inmune. A mayores, potencia la acción de la quimioterapia.
  • Manzana. Gracias a sus propiedades antinflamatorias y antioxidantes son ideales en estos menesteres. Además tienen mucha fibra y son unas estupendas reguladoras de los niveles de hormonas, de ahí, que sean especialmente interesantes para quienes padecen cáncer de mama. Las mejores en este caso, las rojas, sin duda alguna.
  • Remolacha. Otro alimento estrella. Tiene tantas cosas buenas que uno no sabe ni por donde empezar: muy rica en hierro y en magnesio -por lo que es idónea para combatir anemias y leucemias- y en flavonoides, destacando principalmente la betanina que contiene propiedades antixodiantes. Además refuerza nuestro sistema inmune, y por tanto, nuestras defensas, de una manera pasmosa.
  • Frutos rojos. Arándanos, fresas, frambuesas, cerezas, grosellas… Cualquier modalidad es buena y recomendable. Estas frutas, pequeñas pero matonas, :), están llenas de polifenoles, gracias a los cuales frenamos la expansión de las células cancerígenas. Además, también son antiinflmatorias y antixodantes.
  • Cítricos. Naranjas, pomelos, mandarinas, limas, limones… Sí, sabemos que contienen mucha vitamina C. Pero no sólo eso. Su capacidad antioxidante y antinflamatoria es muy potente, hasta tal punto que puede llegar a proteger a nuestro ADN del ataque de sustancias tóxicas cancerígenas. A mayores, «nos protege» de la quimioterapia: la quimio acaba con todo, tanto las células buenas como las malas. Pues bien, los cítricos ayudan a que los efectos de la quimio sobre nuestro ADN sean menos contundentes.
  • Chirimoya. Poco conocida aún en España, esta joya procedente de América puede ser clave en nuestra alimentación. Está cargada, entre otras cosas, de calcio, magnesio, potasio, hierro, fósforo, ácido fólico, vitamina C y fibra. Es tremendamente digestiva y sus propiedades antitumorales se las debemos a su capacidad citotóxica.
  • Ciruela. Cualquiera es buena, pero si es la negra, ¡tanto mejor! Esta delicia de fruta de verano pone a punto al sistema inmune además de provocar la eliminación de toxinas y células cancerígenas y de frenar el crecimiento de los tumores.
  • Aguacate. Esta delicia de fruto es toda una bomba nutritiva. Rico en potasio, magnesio, ácido fólico y vitaminas A, C, D, E y K, está además cargadito de grasas saludables como el ácido oleico. Contiene también betacarotenos y luteína, antioxidantes perfectos para luchar contra el cáncer.