Foto | Nora Zubia @slowandchic
Hoy nuestro post se lo dedicamos a todos esos valientes, que ahora estrellas, brillan allá arriba. Y recuperamos lo que hace unos días os contábamos en redes sociales porque hoy… lo confesamos… no hemos llegado a tiempo de tener listo el post que en realidad teníamos programado. Pero lo sabéis, lo sabemos… a veces, no todo sale como uno quisiera. Adaptémonos a las circunstancias y a seguir caminando… ¿nos acompañáis? Vamos allá:
Lo conocimos gracias a una entrevista que le realizó hace tiempo a la doctora Odile. Nos gustó su manera de entrevistarla y nos transmitió un no sé qué, qué sé yo… Desde entonces, lo seguíamos… Su partida al cielo de las estrellas bonitas nos deja un sabor de boca amargo, en una época de más partidas de valientes conocidos, y valientes desconocidos -¡seguro!- allá arriba y en una época en la que parece todo anda más revuelto de lo normal. Hoy más que nunca reflexionemos gracias a estas palabras que esa, ahora estrella, nos dejó. Caminantes, hoy no hablamos nosotras, hoy os habla Carles Capdevila. ¡Gracias infinitas Carles! Intentaremos decirnos cosas bonitas. (Gracias también a nuestra traductora. El texto original está en catalán. Esta es una traducción del original).
«Digámonos cosas bonitas:
Cuando hablo en algunas charlas de «vivir con humor», no me refiero a que riamos todo el día. Ni se puede ni hace falta. Tener humor quiere decir tener moral, y tener moral quiere decir tener valores. Estar de humor quiere decir tener una buena disposición, ser positivo. Si encima la ironía nos acompaña, encontraremos complicidades y sonrisas o risas que nos ayuden a superar malos momentos.
En tiempos difíciles, y los actuales lo son, la actitud marca la diferencia. Y esta se alimenta de la autoestima, que no deja de ser un balance de cómo estamos nosotros mismos cuando ajustamos cuentas. Tenemos tendencia a cargar o descargar la autoestima en función de lo que dicen o hacen de nosotros. Este cargador parece fácil y es engañoso, porque damos demasiado peso a la valoración del otro, que siempre será apresurada o se expresará en «likes» superficiales en la redes. En una sociedad competitiva cuesta encontrar elogios personalizados y verdaderos, todos estamos demasiado atareados.
Hace tiempo que pienso que lo más importante, lo más decisivo, lo más transformador, es lo que nos decimos a nosotros mismos. De la misma manera que si nos gustamos al espejo aquel día saldremos con más ánimos a la calle, es bueno también trabajar otro espejo, el interior, y no pedirle quién es más bonito, sino decirnos cosas bonitas a nosotros mismos. No se trata de tirarnos flores ni de engañarnos, que tratándose de nosotros mismos, no colaría. El ejercicio es más serio. Cada día de nuestra vida tiene dos versiones, la cara A y la cara B. Y como está de moda la queja, y pensar que el resto tiene más suerte y nunca recibimos lo que nos merecemos, solemos meternos en la cama cargados de reproches contra el mundo. Si lo piensas bien y lo trabajas, cada día te ha dado cosas buenas, aprendizajes enriquecedores. Y si los vas recordando, si construyes un relato cierto sobre la parte positiva de lo que te pasó ayer, saldrás para afrontar el «hoy» con más ganas.»