CONGELACIÓN Y DESCONGELACIÓN DE ALIMENTOS

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Foto | Nora Zubia @slowandchic

En un estilo de vida saludable todo suma. Y a la hora de trabajar en la cocina, cuenta la materia prima, pero también el modo en el que trabajemos y manipulemos esa materia prima. Y justo aquí entraría la congelación y descongelación de alimentos. Puede que, llegados este punto, muchos estéis pensando que os vamos a descubrir la pólvora en esto de congelar y descongelar. En absoluto. Son cosas muy básicas y elementales. Tanto, que quizás por eso ahora muchas veces se pasan por alto. Vivimos a un ritmo tan frenético que afecta hasta en esto:

¿Os contamos cuántas veces hemos visto a gente muy cercana descongelar alimentos directamente del congelador a temperatura ambiente, sin pasar previamente por la nevera? ¡Muchísimas! Y nos da una pena tan grande. Pero claro, cuando nos atrevemos a comentar algo, la respuesta a tal calamidad suele ser: si no lo hago así, no se descongela a tiempo… Claro, lo sabemos, por eso, es fantástico tener organizada la semana con antelación, y tener previsto lo que se va a comer y cenar cada día. Si yo sé que mañana vamos a comer lentejas que tenía ya cocinadas y congeladas, las sacaré a lo largo del día anterior y no justo antes de irme a la cama o la misma mañana del día en que las pretendo comer…

Pero bueno, comencemos por el principio mejor. Ya sabemos que comer fresco es lo ideal. Pero también sabemos que esto no siempre se puede llevar a cabo. Cuestiones laborales, de horarios, de mil y una historias… nos lo pueden impedir. Por eso, recurrir a hacer grandes cantidades de algo, para que te sobre y poder congelar, y así tener siempre algo de lo que tirar en el congelador, es una idea muy socorrida y aceptable (siempre y cuando procedamos bien). Nosotras, por ejemplo, solemos tirar mucho de legumbres ya previamente cocinadas. El día que las cocinamos, cocinamos como si esperásemos un regimiento a comer. Lo que nos sobra, al congelador y así nos ahorramos tener que cocinar en algunas ocasiones.

Lo que debemos saber sobre el proceso de congelación:

  • Se puede congelar lo que esté recién cocinado, incluso si antes la materia prima en sí ya estaba congelada. Ejemplo: tengo un pollo en el congelador, lo saco, lo guiso y me sobra guiso de pollo. Ese sobrante, puedo volver a congelarlo sin problema.
  • Los alimentos crecen al congelarse, especialmente los líquidos. Importante tener este dato en cuenta para no llevarnos desagradables sorpresas en nuestro congelador. No atiborréis nunca vuestros recipientes.
  • Hay alimentos que no son aptos para congelar: las patatas -se ennegrecen, se ponen duras y “cogen agua”-, la pasta -se ablanda-, el calabacín -coge mucha agua y solo vale para hacer cremas de verduras-, y alimentos ya cocinados que ya habían estado congelados. La fruta se puede congelar, aunque puede perder alguna propiedad.
  • Hay verduras y alimentos que se pueden congelar si los escaldamos primero preferiblemente. Por ejemplo: los espárragos, el repollo, la coliflor, las judías verdes, la alcachofa, las setas, los champiñones, la berenjena, las espinacas, la calabaza y la zanahoria. Y hay otras verduras que se pueden congelar directamente frescas y en crudo como: el pepino, el pimiento, el tomate y los guisantes; aunque, ojo al dato, parece que el pimiento y el tomate pierden propiedades.

 Pautas a tener en cuenta a la hora de congelar:

  • Utilizar siempre bolsas específicas para congelar (¡nada de recurrir a las del super!) o recipientes herméticos de cristal en perfecto estado -los envases rotos o con algún desperfecto pueden llegar a dañar los alimentos-. Recordad que el uso del plástico en cocina no es nada aconsejable. Y recordad también que, en el caso de las bolsas, intentaremos extraerles siempre todo el aire posible. Es más, si tuviésemos la opción de congelar cosas envasadas al vacío, esta sería siempre la mejor opción.
  • No utilizar nunca papel aluminio para congelar. Cuidado con esto. Por ejemplo, esos recipientes que nos suelen poner en los restaurantes para llevarnos a casa la comida, no son aptos para el congelador.
  • Congelar siempre que podamos en el menor tiempo posible. Es decir, que cuantas más pequeñas sean “las raciones” que vamos a congelar, tanto mejor. De esta manera, la ración que queramos congelar tardará menos tiempo en hacerlo por completo y eso es perfecto para no perder frescura y calidad en el alimento.
  • Congelar siempre a la temperatura más baja posible. Es otra buena manera de mantener los alimentos lo más frescos posibles.
  • Congelar siempre los alimentos una vez que ya estén fríos. Los alimentos no deben congelarse nunca en caliente.
  • Etiquetar con nombre y fecha siempre todo lo que congelemos. Así sabremos lo que es y desde cuando está congelado.

Lo que debemos saber sobre el proceso de descongelación y pautas a la hora de descongelar:

  • La importancia de este proceso es de igual importancia que la del proceso anterior. Tendemos a pensar que no es así, pero es un error. En estos procesos es precisamente cuando los gérmenes más atentos están, esperando a cualquier despiste.
  • Descongelar en la nevera. Pasamos lo congelado del congelador a la nevera y de la nevera al lugar donde vayamos a recalentarlo.
  • No descongelar sobre fuentes de calor, estilo radiadores, al sol, etc. ni tan siquiera en el microondas.
  • Descongelar lo que se vaya a consumir, pues los alimentos cocinados congelados deben luego consumirse en el margen de las 24 horas siguientes.

***OJO AL DATO. No todos los alimentos pueden mantenerse congelados el mismo tiempo. Os dejamos aquí algunos ejemplos:

  • Fruta: hasta 11 meses.
  • Verdura: hasta 12 meses.
  • Alimentos cocinados: hasta 2 meses.
  • Pescado: según la clase de pescado que sea, pero oscila entre los 3 y los 8 meses.
  • Carne grasa, de cerdo principalmente: oscila entre los 3 y los 6 meses.
  • Carne magra, como, filetes de ternera, de pollo o de pavo: oscila entre los 6 y los 12 meses.

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